Ellos parecieron durante siglos estar atados a un Destino implacable.
Durante siglos, más aún, milenios, los emperadores, reyes y nobles indujeron el ejercicio de una
"moralidad esclava", una moralidad fomentada para debilitar, que creó resentimientos y frustraciones porque premiaban comportamientos como la sumisión y el conformismo que favorecía el status quo. Esa modalidad incluso se exportó con la dispersión de los inmigrantes europeos.
La pobreza, la marginación y hasta la delincuencia son resabios de esas tradiciones europeas fatalistas.
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