viernes, 30 de enero de 2015

El Liberalismo

Desde Leibniz hasta Nietzsche los filósofos alemanes contribuyeron a la Reforma de la religión Católica Tradicional, pero parece ser Hegel el filósofo que mejor ha entendido la esencia y los retos del protestantismo alemán, que son:
- El Subjetivismo: Dios está adentro, y la relación con Dios ha de ser íntima y no mediada por ninguna institución.
- La Libertad de conciencia.
Sin embargo, deja libre a los hombres y verás el resultado; pronto se diluyeron las diferencias entre la libertad espiritual y la libertad ética y política, cayendo en el más abyecto Desorden.

Estamos bajo un régimen que otorga libertad de conciencia para hacer lo que se quiera.  Los funcionarios hacen lo que quieren, los vecinos hacen lo que quieren; los piqueteros hacen lo que quieren; los empresarios hacen lo que quieren. Como resultado de lo cual hay corrupción, desorden público, negligencia laboral, contaminación, y, básicamente, injusticia.

Y toda esta gente sin coto es lanzada a la carrera hacia el Progreso, azuzados con la zanahoria del dinero.

El hombre común es un bobo

Del libro de Kart lowith:"La fatalidad del progreso"
Hegel llama PROGRESO al desarrollo de la libertad del espíritu que se desarrolla en el mundo.
Ambas cosas, Evolución y Progreso, nos definirían como humanos, racionales, pensantes, creativos, ambiciosos. Una especie, por ello, superior.

El progreso es, pues, un movimiento del devenir hacia algo futuro; pero no todo devenir ni toda evolución son progreso. Este devenir natural y devenir otro, sin embargo, no prosigue sin cesar hacia nuevos y nuevos cambios.

El hombre es alguien que llega al ser que le es propio a través del devenir. Sin embargo, el progreso en la evolución individual de cada ser humano y en los cambios generales de la historia humana no muestra una culminación natural. Nunca llega a la meta, siempre avanza y no se vislumbra el final.

La característica de historia humana es el hecho de que el hombre no deja la naturaleza tal como es: cultiva la tierra y por tanto la desnaturaliza, y domestica a los animales salvajes. Todo progreso es en su origen un progreso en la apropiación de la naturaleza a través de la cual el ser humano la hace suya. La cultura occidental a partir del mandato bíblico se aleja de la naturaleza, la prostituye, la usa, total este es el reino de Satán. Pues el paso que va más allá y se aleja de la naturaleza forma parte desde el inicio de la cultura occidental. Y cuando estos progresos en el cultivo de la naturaleza llegan a su meta y alcanzan un final relativo, se habla de culminación o de perfeccción.


Las capacidades humanas occidentales estan sometida al Progeso, definido como el móvil para obtener más y más. Ellos se rigen por la avidez.
Pero la avidez no necesariamente es material. Podría decirse que la avidez material es la más baja posible.  Le continúan en escala progresiva, la avidez sexual, la videz por el desarrollo personal, la videz afectiva, la avidez expresiva, la avidez por el conocimiento, y la avidez trascendente.
Desde que el mandato bíblico inicia su influencia desde hace unos 5.000 años, era previsible que al final iba a derivar en este descarnado sistema económico y financiero, que alcanza su plenitud en esta era del perfecto absurdo.

Incluso quien ya no cree en el progreso y considera la fe en éste una suerte de fundamentalismo, no cesa de utilizar los progresos concretos y no puede prescindir ni sustraerse a ellos.

Historia de la Idea de Progreso: 
La idea del progreso se refirió inicialmente a los progresos en las ciencias y las artes, y la palabra progreso siempre se usaba en plural.
En la idea norteamericana de progreso sigue predominando el positivismo científico de A. Comte; en la rusa, encambio el marxismo como socialismo científico. Ambas coinciden en la voluntad positiva y científica de progreso y en la fe en la posibilidad de crear un mundo mejor. La valoración positiva del progreso que se generalizo desde 1.830 en norteamericana, desde el comienzo de la industrialización, pues no había nada tan evidente como el progreso en el incremento del bienestar y la seguridad social, en la lucha contra las epidemias, las enfermedades y la mortandad prematura, en la extensión del saber y la cultura por medio de la escolarización obligatoria, los diarios y las revistas. Dentro de este amplísimo campo que comprende la educación y la economía, el progreso no es, pues, una ideología vacua  ni una ilusión, sino un hecho histórico de primerísima categoria. El comunismo es otra versión del PROGRESISMO, una suerte de religión secular del progreso. El progreso en sí desmesuarado e insaciable, pues cuanto más alcanza, más exige, por lo que se ve que azuza un instinto humano que correspondería más bien reprimir y reorientar que avivar.

El progreso del que se puede hablar con sentido porque es un hecho universal no está ligado a una ciencia cualquiera, sino a una muy concreta: las ciencias naturales que surgieron en el s. XVII, que hasta el XIX se consideraron la única ciencia propiamente dicha.
Este materialismo histórico o idealismo o, en general, "historicismo" se basa en la experiencia de la Revolución Francesa, es decir, en la experiencia que el ser humano se puede situar sobre la cabeza y transformarl el mundo según su voluntad. La Historia ha pasado a convertirse en el problemas más urgente, grande y apremiante, y ha ocupado un primer plano en el siglo pasado porque la tecnología científica, incluida la bélica, se ha modificada de manera progresiva y a una velocidad también progresiva.
La tecnología científica ya se anuncia en Roger Bacon. Tanto la magia como las ciencias naturales matemáticas tienen la misión de manipular las fuerzas de la naturaleza y de ponerlas al servicio del ser humano y convertirlo en superpoderoso.
El siglo XV, Cristobal Colón llegaría a las indias orientales por vía marítima, basándose en ciertos argumentos de Roger Bacon y en la profecía de Isaias, que vaticinaba un nuevo cielo y una nueva tierra.
Un siglo más tarde el filosofo Francis Bacon redactó la utopia NOVA ATLANTIS. El lema de su proyecto era: Ciencia y Potencia en igual coincidencia.

Cuanto más se sabe, tanto más se progresa en el dominio de la naturaleza. Definió con esta lema la clave de la evolución que caracteriza la Edad Moderna. La ciencia sólo es parcialmente teórico-especulativa y Bacon exigía que fuera cada vez más práctico-operativa para que sierviera al reino del hombre. El ser humano transforma la naturalez a través de la ciencia para cambiar el mundo en el sentido de una progresiva mejora para sí.
Esta ciencia operativa proyecta por Bacon se convirtió en el siglo XVII en una ciencia matemática autónoma por obra de Descartes, Galileo y Newton. Lo esencial de esta época es la emancipación definitiva de las ciencias naturales matemáticas, es decir, su separación de todo cuanto no puede determinarse de forma mecánica y cuantitativa o sea, en definitiva, el alejamiento de las ciencias naturales de la vida del cosmos y de todas las cuestiones teológicas y morales. En ese momento el mundo natural pasa de interlocutor a objeto, un objeto que puede manipularse mediante el cálculo y el experimento para los fines prácticos humanos.
Kant reconocio la conquista del mundo por parte de las ciencias objetivantes, pero comprendió que estas ciencias no eran vinculantes para todos los fenómenos de la vida. Por tanto, no situó el ámbito propiamente humano sobre el saber teórico de las ciencias, sino sobre postulados morales.

El éxito aparente de esta civilización

La mayor desgracia de este desarrollo progresivo reside precisamente en aquello que en apariencia lo justifica: su enorme éxito.
De la cinética de los gases a la máquina de vapor, de la teoría cuántica a la fisión del átomo, cada logro parece un triunfo y los países corren para ser los primeros en poseer instalaciones industriales y comunicaciones,  incrementar la población yel PBI.
Debido a los enormes éxitos del progreso científico, el físico ocupa ahora el lugar del teólogo: el progreso planificable ha asumido la función de la providencia. El opitimismo del progreso de otros tiempos ha sido sustituido por el fatalismo del progreso. Dos guerras mundiales han conmocionado la seguridad de la humanidad en sí misma y han hecho tomar conciencia de que en medio de la planificación racional y la transparencia propias del supermundo técnico se desencadenan ciertos procesos inevitables.
Paralelamente a esta progresiva evolución científica se produce la progresiva transformación y disolución de los antiguos  moderadosres en lo religioso, moral, social y político.
No obstante, comprendemos que se necesitan actuaciones especiales y radicales para no sucumbir a las fuerzas productivas que se han desencadenado. De esta manera surgió hace ya un siglo el problema central que Marx planteó bajo el título de alienación. La era del aprovechamiento de las fuerzas naturles por medio de las ciencias tecnológicas que empieza ahora es la era atómica.
Estamos puesto en el dilema entre progreso y destrucción. Una siniestra coincidencia entre fatalismo y voluntad de progreso caracteriza ahora todo el pensamiento relativo a la continuidad de la historia. Nos han dcondenado al progreso y éste se ha vuelto nuestra fatalidad.
La pregunta que se plantea es la siguiente: ¿existe todavía para nosotros una instancia que pueda limitar el progreso en sí desmesurado o es inevitable que el ser humano haga todo cuanto puede hacer? Existe todavía un crieterio de la libertad para todo y para nada?

Y nosotros mismos situados en el final de esta historia originaria, en un final que llamamos el comienzo de la era atómica, estamos tan liberados como encadenados por nuestro ingenio. El optimismo del progreso propio de los siglos XVII y XiX no previó la posibilidad de que la liberación pudiera encadenar. Y así como Comte creyó prever hace cien años que el progreso de las ciencias y de la industria imposibilitaría las grandes guerras destructivas en el futuro, ahora lo vemos al revés y hemos pasado de optimistas del progreso a fatalistas. El propio progreso progresa de manera imparable, ya no podemos deternernolo ni invertir su marcha, lo cual arroja una extraña luz sobre la tesis hegeliana, según la cual la historia sería una historia de progresiva libertad.

Lo sano, lo equilibrado, lo realmente avanzado, es manifestar un temor sagrado a cualquier intervención humana en los poderes de la naturaleza, tal como alcanzaron las altísimas culturas  antiguas.

El dilema del Progreso
Se vive en una mezcla entre la admiración por los progresos técnicos y el miedo a los propios éxitos. Se experimenta sin contemplaciones, se calcula todo cuanto puede calcularse, y se hace todo cuanto puede hacerse.

Quemar la Biblia

Mientras no revisemos toda nuestra relación con el mundo y por tanto también con el tiempo; mientras supongamos que la naturaleza es una obra de Dios entregada al hombre (en consonancia con la historia bíblica de la creación y con los fundadores cristianos de las ciencias naturales modernas), no puede preverse cambio alguno en el dilema del progreso.
La conciencia histórica moderna se caracteriza por vivir totalmente del futuro y por consiguiente, en un estado de temor y esperanza por el futuro.


Apología del Progreso

Emilio Castelar

La filosofía del Progreso

La filosofía de Hegel es la verdadera Filosofía del Progreso, porque ningún sistema da, como el sistema hegeliano, al movimiento dialéctico de las ideas fuerza bastante para remover desde las inmensas moles del universo, hasta las seculares instituciones de la sociedad.

Reconozco y confieso que hay en los ánimos reacción vigorosa contra las ideas del más generalizador, del más sintético entre los filósofos modernos; reconozco que cae en desuso su formulario, y que se atribuyen a pura arbitrariedad del talento las maravillosas construcciones de su sistema científico. Pero aquel ser de su porte que sería indeterminado o vago en las profundidades de la eternidad, se concreta por la existencia, se define por la contradicción; pasa de la pura lógica a la lógica real, de la lógica real a la naturaleza inorgánica, de la naturaleza inorgánica a la naturaleza orgánica; y después de haberse irradiado por los espacios infinitos en mundos, sobre los cuales fuerzas físicas y químicas producen las especies, se alza a ser espíritu, primero subjetivo o individuo, luego objetivo o sociedad; y se eleva a Estado, y desde el Estado al Arte, donde la realidad y el ideal se identifican en amor inextinguible; y desde el Arte a la Religión, que une lo finito con lo infinito, y en cada ser humano encarna el Verbo divino: y desde la Religión a la Ciencia, en que triunfa la razón pura, hasta llegar, después de haberse movido en series tan perfectamente sistematizadas, después de haberse agrandado en fases tan necesarias y sucesivas, desde ser indeterminado y vago a ser absoluto y perfecto, en la plenitud de la vida, de la conciencia, de la posesión de sí mismo; aquel ser en su comenzar confinando con la nada y al término de su viaje cosmogónico y espiritual adquiriendo lenta riqueza de vida, contiene la eterna sustancia del progreso.
Hegel es el filósofo por excelencia del movimiento progresivo. Hasta él toda metafísica buscaba un principio absoluto, pero inmóvil, un ser en sí, fuera de nuestras continuas trasformaciones y de nuestros perpetuos cambios, para contemplarlo en su perpetua quietud, sobre las cimas inaccesibles de la ciencia y del universo. Desde él, desde la aparición de pensador tan extraordinario, el oleaje de las generaciones, el río de los tiempos, la metamorfosis continua de las ideas, las mudanzas en el estado de los seres, la muerte misma que sobre todo se extiende y domina, la sucesión de las civilizaciones, los cambios continuos en las historias, el progreso indefinido forman como el organismo de lo absoluto. La metafísica hegeliana representa en las ciencias filosóficas lo mismo que el sistema de Copérnico en las ciencias astronómicas. El inundo inmóvil , hacia el que gravitaban todas las ideas, se mueve como la tierra; se remuda como las estaciones. La corriente del pensamiento humano, como la corriente de las aguas, riega, fecundiza, vivifica. La lógica pierde el carácter puramente formal y abstracto, y toma realidad tan viva como las leyes de la mecánica celeste. La premisa contiene la consecuencia como la semilla contiene el fruto. Las contradicciones del pensamiento se llaman fuerzas opuestas en el universo. La vida de la naturaleza no está en la esencia, en la materia primera, tan abstracta y tan etérea por su indeterminación como el más vago pensamiento; está en el mudar de los seres y de los fenómenos. La vida social tampoco está en ninguna abstracción, en ninguna idea pura, sino en el desarrollo sucesivo de las instituciones, de las artes, de las creencias, de los pensamientos dentro de toda la historia. Los hechos copian a las ideas. Los sistemas científicos, que parecen más abstractos, se encarnan vivamente en la realidad. [2] Del uno de la metafísica griega brotan las dos cosas por excelencia prácticas que el mundo antiguo lega al mundo moderno, el derecho romano y la moral cristiana. Por eso los hechos no pueden separarse de las ideas, como los cuerpos no pueden separarse de las almas. La aparición de un nuevo sistema filosófico profundamente conmueve a una sociedad. Por esto la historia de la filosofía es la filosofía de la historia en el sentido de que las sociedades copian el espíritu, y se animan, y se coloran, y crecen a su luz, a su calor, como los planetas siguen a la atracción, y se coloran a la luz, y se vivifican al calor del sol. Y el espíritu es primero ser, después naturaleza, después sujeto, después objeto, y por último, absoluto. Y desde el ser primitivo a lo absoluto median series de determinaciones sucesivas que constituyen la ley del movimiento universal. Y esa filosofía así es la filosofía por excelencia del progreso.
Yo bien sé cuánto van a decirme aquellos que juzgan los sistemas por sus partes aisladas más que por su espíritu y por su contexto. Van a decirme que, después de haber condenado la escuela histórica, pongo entre los filósofos del progreso al ilustre metafísico de la historia. Van a decirme que, después de haber reivindicado la libertad de pensamiento, alabo y encarezco una filosofía del Estado, adscrita al Estado y a sus intereses. Van a decirme que, después de proponerme el seguir a todas sus esferas el movimiento republicano alemán, me detengo ante el filósofo que ha declarado la monarquía institución esencial a las sociedades humanas, y que disolviendo la idea con el derecho en el movimiento histórico de esta idea, ha llegado a justificar todas las instituciones y sostenido hasta la pena de muerte. Mas yo creo que una filosofía no debe ser juzgada por sus fragmentos, por las series aisladas, donde pueden hallarse contradicciones palmarias con su general sentido y espíritu. Yo creo que las reservas de Hegel respecto al Estado son accidentes de aquel día histórico, eclipses de aquel espíritu luminoso. Yo creo que aun condenando sus concepciones metafísico-históricas al espíritu en el desarrollo progresivo de su esencia a ser espíritu nacional, y a convertirse en Estado, cuya superior representación es la monarquía; cuando el espíritu crece, se agranda, pasa de espíritu nacional a espíritu de la humanidad; cuando sucede esto, no puede menos que romper los antes estrechos moldes, y esparcirse en superiores organismos y formas, correspondientes a la elevación y a la dignidad de su esencia. Y si esta conclusión en su pensamiento no se encontraba, encontróse luego en el desarrollo y en la difusión de su doctrina. Tuviéronla por algo más que republicana los gobiernos. Abrazáronla como su dogma, como el espíritu de sus creencias políticas, todos aquellos jóvenes que compusieron la extrema izquierda hegeliana, y que pelearon así en los parlamentos con la palabra, como en los campos y en las calles con las armas, por encerrar el individualista e independiente espíritu germánico en el organismo propio de su esencia, en el organismo republicano. Y el espíritu de Hegel no se ha contenido sólo en Alemania. Si allí ha vivificado a los jefes del radicalismo, a Ruge, a Stirner, a Grün, a Fewerbach, en Francia ha vivificado a republicanos templadísimos, como Vacherot y Michelet, a republicanos federales, como Proudhon, y en Italia al ilustre Ferrari. No puede juzgarse todo el inmanente alcance de una doctrina por la inconsecuencia personal de su fundador y de su maestro. Aunque Cristo mandó pagar tributo al César, su doctrina de libertad y de igualdad destruía el cesarismo; aunque Lutero daba a la gracia tal extensión que anulaba el libre arbitrio, su Reforma alentó la libertad humana; aunque Hegel admita la monarquía, su realidad de la lógica, su inmanencia de las ideas, su movimiento dialéctico del ser, su progreso indefinido rompen abiertamente con las estrechas inconsecuencias del maestro, y van a fundar el gobierno de la razón pura y el advenimiento del espíritu absoluto en una confederación de pueblos libres. El gran maestro lo ha dicho en frase, que admira por lo profunda y lo sencilla: la historia del mundo es la historia de la libertad.
Así el pensador germánico no se aisla [3] en su razón individual, a fin de encontrar allí la frágil base de la ciencia, dando por vanas todas las ideas anteriores al momento de su aparición momentánea en la historia. Tanto valdría despreciar en el conocimiento de nuestro planeta los terrenos primitivos cuando forman como sus bases inconmovibles; y en el conocimiento de nuestro propio temperamento fisiológico el temperamento de nuestros padres y abuelos, cuando salta por todo nuestro organismo y por todos nuestros humores. El hombre no aparece súbitamente en la tierra y en la sociedad; no debe creerse, pues, el triste abandonado expósito de los mundos. Como su vida natural se enlaza con la serie de los minerales, de las plantas, de los seres orgánicos, su vida espiritual se enlaza con todos los siglos. La ciencia pura nos da las ideas en sí, las ideas en su entidad; y la historia nos da las ideas en su desarrollo y sucesión progresiva. En la ciencia las ideas son; en la historia las ideas se mueven y viven. No separéis la filosofía de la historia , porque será abstracción sin realidad; no separéis la historia de la filosofía, porque será confuso montón de hechos sin ningún principio superior que los coordine. La razón es individual y universal. La razón individual se encuentra en cada hombre; pero la razón universal en todos los hombres y en todos los siglos, en toda la historia. Despreciar la ciencia anterior y recomenzar a cada momento su estudio, es tanto como nacer todos los días. De esta suerte la ciencia permanecerá en perpetua infancia. Lo presente, que asegura lo pasado, jamás podrá engendrar un mejor porvenir. Toda ciencia, aun la más material y empírica, se resuelve en idea. No lo dudéis: idea es el átomo del materialista; idea es el substratum del químico. Y por consiguiente, aun los sistemas, que más a la observación se someten, no pueden salir del idealismo. Y como todos los sistemas contribuyen al desarrollo de la idea, todos son, más que falsos, incompletos, y todos se completan mutuamente en sus contrarios, en sus opuestos, porque la ciencia se encuentra en la totalidad de todos ellos, como la vida bajo todas sus fases en la totalidad del universo.
En la idea se encuentran el pensamiento y el ser. Nosotros no conocemos en sí los objetos externos; sólo tenemos ideas de ellos. El mundo interior y el mundo exterior se nos revelan por medio de esas divinas sibilas, por medio de las ideas. No detengamos nuestra atención a reflexionar si las ideas son adventicias o innatas, resultado de la experiencia o resultado del raciocinio; no caigamos tampoco en el problema inútil de averiguar si el sentimiento es superior a la inteligencia, si sobre la razón hay aún otra facultad más perspicaz, más escudriñadora, más inspirada, más luminosa, que se llama intuición; declaremos con verdad, declarémoslo, que ni las sensaciones llegarían a lo íntimo de nuestros ser si no se trasformaran en ideas, y ni el pensamiento podría ejercitarse dentro de nosotros mismos si no tuviera como elemento esencial las ideas; de suerte que bien podemos llamarlas, puesto que sin ellas nada sentiríamos ni comprenderíamos, las almas de las cosas.
Pensar es vivir; pensar es crear. El pensamiento lo abraza todo, lo contiene todo, lo explica todo. Más ancho que el espacio, más duradero que el tiempo; rápido y universal como la misma luz, vivificante, y necesario como el calor; atmósfera que envuelve, no a manera de nuestra baja atmósfera un sólo planeta, sino todo el universo; pesa desde el insecto que zumba en los límites de la vida hasta la infinita vía láctea; nota desde los arpegios del ruiseñor en sus escalas músicas hasta la armonía de las esferas en sus tablas astronómicas; se eleva de las cosas y de los fenómenos a las ideas abstractas y universales que son como la norma y el modelo de las obras humanas, y de la vida real a la justicia, a la bondad, a la hermosura perfecta; y cuando, llegado a tan alta cúspide, parece estar rendido, cobra aliento, sigue así su raudo vuelo en su ambición infinita, y mira frente a frente a Dios; como el águila, que, despreciando la tempestad, se eleva sobre las nubes a contemplar cara a cara los resplandores del sol.
La idea es necesaria al pensamiento. La idea es necesaria a las cosas. Ni podemos pensar sin ideas, ni podemos sin ideas conocer el mundo y el espíritu. La idea entra, [4] pues, en la existencia íntima y sustancial de los seres. La idea es la razón de todos los fenómenos. Mas la idea no tiene el carácter del motor inmóvil de Aristóteles; la idea mueve porque se mueve ella misma. Al movimiento de la idea lo llamamos dialéctica. La idea no es una; es ella misma y su contraria. Dentro de cada idea hay una oposición a esa idea. La idea de lo infinito supone la idea de lo finito; la idea de la hermosura supone la idea de la deformidad. En las religiones la fe ha opuesto al Dios del bien el Dios del mal o el diablo, al cielo el infierno; en la metafísica el filósofo opone a lo contingente lo absoluto, a lo finito lo infinito; en la mecánica celeste el astrónomo encuentra la atracción y la repulsión; en el aire el químico los gases opuestos que forman el equilibrio de la vida; en nuestro cuerpo el fisiólogo la sangre venosa y la sangre arterial, la batalla de humores contrarios; en la tierra por todas partes ve el hombre la vida que engendra y la muerte que devora. Coexisten siempre los contrarios. Y sobre esta coexistencia se funda la dialéctica. Así la dialéctica no es un mero método subjetivo, es la ley real objetiva de todos los seres. Ningún cuerpo escapa a la ley de la gravedad. No consienten estas leyes excepciones. El tenue polvillo de las plantas, que parece burlarse de ellas, vuelve a caer sobre las alas de la mariposa o sobre el cáliz de las flores, o en la tierra misma, atraído como la mole inmensa de Saturno o de Júpiter a su centro de gravedad. Nada en el mundo ni en el cielo se exceptúa tampoco de la ley imperiosa de los contrarios. Por doquier hay ser y no ser; unidad y multiplicidad; identidad y diferencia. Todos los seres por algún lado se tocan, por algún concepto se confunden; y por otro lado, por otro concepto se diferencian y se combaten. Pero los contrarios se resuelven y se armonizan en otro tercer término. Por ejemplo, ser y no ser; cuándo se unirán estos dos conceptos. Pues se unen, según Hegel, en la ley fundamental de su dialéctica, en el llegar a ser, por cuya virtud lo que no ha sido, es.
Véase, pues, cómo en filosofía el orden y la conexión de las cosas representa de una manera sensible, palpable, el orden mismo y la misma conexión de las ideas. La dialéctica es ley a un tiempo de las cosas y de los pensamientos, de la naturaleza y del espíritu, de la realidad y del ideal.
El secreto entero de la filosofía hegeliana se encuentra en el concepto fundamental de lo absoluto. Para la antigua metafísica, lo absoluto es trascendental; para Hegel, lo absoluto es inmanente. Para la antigua metafísica, lo absoluto, pura esencia, ser purísimo, fuera del espíritu, fuera de la naturaleza, apartado del mundo y sin claras relaciones con él más que por la idea confusa de la creación, y por la ley no bien definida de la Providencia, fluye en su inmovilidad, en su serenidad los seres, de lo absoluto distintos, de lo absoluto separados, como la alta montaña fluye los ríos que van en su carrera creciendo a medida que van de su fuente apartándose; mientras que para Hegel lo absoluto se mueve, se difunde, anima como el calor central todas las cosas, late en las ideas cual si fuera su sangre; es aquí materia inorgánica, allá materia organizada; toma las afinidades de la química para engendrar la vida de los seres, y las fuerzas de la mecánica para producir la armonía de los mundos; sube, como la savia por los árboles, sube por las fibras de la creación y se convierte en espíritu, primero espíritu individual, personalísimo; luego espíritu objetivo, espíritu social; y planteando de continuo oposiciones que resuelve en síntesis suprema, tomando el carácter de la Trinidad cristiana, tres términos distintos y un solo ser verdadero, encarna su derecho en el Estado, su hermosura en el arte, su vida en la historia, su esencia múltiple, rica de ideas, de pensamientos, plena, vivaz, perfectísima, en la última y más acabada de todas sus manifestaciones, en la manifestación de la ciencia.
Los antiguos creían que diciendo el ser lo decían todo. Su Dios era el ser. Y creían no deber afirmar ya más. Para Hegel, para este gran filósofo del movimiento dialéctico, es más que el ente, que el ser por excelencia de quien nada se afirma el último de los seres, que a su cualidad de ser otras cualidades reúne, y de quien pueden otras afirmaciones [5] decirse. Y lo que decimos de la antigua concepción de lo absoluto, lo que decimos de la antigua concepción del ser, decírnoslo también de la antigua concepción de la lógica. Demasiado extensa para unos, demasiado restringida para otros, la lógica no se hallaba, no, concretada ni definida para todos. Y la lógica principia las ciencias, puesto que tiene por objeto la idea en su pureza. Externa, formal, arbitraria para los escolásticos, no pasaba de ciencia de las proposiciones. Para Hegel, bajo su primer aspecto, la lógica aparece como la ciencia de las formas universales y absolutas del pensamiento y de la existencia. Pero la idea lógica no es pura forma, puesto que puras formas no existen, y todas reclaman su contenido. El contenido de la lógica, digámoslo así, la sustancia de la lógica es la idea natural, la idea en su incomunicable esencia, la idea purísima cuando se despierta, se levanta en el ser como se despertó y se alzó sonriente la Venus griega en las espumas del mar. Dada la idea, se da la lógica; dado el contenido se da la forma, porque la forma y su contenido se compenetran de igual manera que se compenetran la idea y la lógica, la sustancia y el organismo de la sustancia. Separad por medio del pensamiento el alma del cuerpo; contemplad el alma en sí, en su esencia, y tendréis la idea lógica, la idea pura, la idea antes de que la haya encubierto el velo de la materia en el mundo y la impureza de la realidad en la historia. Y como la lógica es la ciencia de la idea en su pureza, todas las ciencias presuponen la lógica, y la lógica no presupone ninguna ciencia. Todas deberán a la lógica su método; y la lógica se lo deberá a sí misma. No hay ninguna ciencia que todo lo saque de sí, como la lógica; ninguna tan libre, ninguna tan autónoma. La lógica es la ciencia del método absoluto, de la forma absoluta, no sólo mientras, la idea sea abstracta o en sí misma, sino después que la idea se haya encarnado en la naturaleza y en el espíritu. Porque la idea se habrá desarrollado en otras sustancias sin dejar su propia esencia, ni su pura forma. Las categorías lógicas del pensamiento leyes son también de la realidad.
La idea no puede existir en la pura abstracción. La idea pasa de lo posible a lo real. La idea pasa de la lógica a la naturaleza. Hay en la naturaleza principios absolutos, como los hay en la lógica, como los hay en las matemáticas. Y si hay en la naturaleza principios absolutos, hay la ciencia de la naturaleza como hay la ciencia de la lógica. Los principios lógicos, por ejemplo, el principio abstracto de la causalidad, pertenecen solamente a la lógica, y se pueden aplicar a todas las ciencias; los principios físicos pertenecen a la lógica y a la naturaleza. Como la lógica es la idea en su abstracción, la naturaleza es la idea en su primer grado de realidad. El universo es total. Nada existe en él separadamente y en la soledad absoluta. No se puede apartar el espacio del cuerpo, ni el cuerpo del espacio, el calor de la luz, las cualidades de las sustancias. Si por abusos de lenguaje la separáis; si apartáis la sucesión de los fenómenos del tiempo; si apartáis los cuerpos del espacio, caeréis en puro nominalismo. Todo se junta, y se vivifica, y se anima, y se relaciona, y se sostiene en la totalidad del universo. La idea, no pudiendo. ser solamente la pura abstracción lógica, pasa al espacio, que es y no es a un tiempo mismo, que es algo y es nada; y del espacio la idea pasa a la materia, más tangible, más real que el espacio; y ya la materia en el espacio adquiere movimiento y se divide en unidades distintas que forman los astros, el sistema sideral; y la aparición de los astros es el primer esfuerzo para engendrar la individualidad; y la atracción es el deseo universal de los astros a juntarse, a sostenerse, a relacionarse mutuamente, divididos todos en grandes individuos y subordinados todos a una fuerza común; y de estas relaciones puramente mecánicas, en las cuales el peso, la gravedad predomina, va la idea a la vida química, que engendra la variedad de sustancias, la acción de unas sustancias sobre otras, el trabajo interno de unión y de oposición, que es afinidad, cohesión, calor, magnetismo, flujo y reflujo de combinaciones, metamorfosis continua, gradual de esencias; hasta que aparece después del mundo mecánico y del mundo químico el organismo, [6] la planta que se asimila y se nutre de materias inorgánicas, y las vivifica, y las espiritualiza; el animal, cuyos órganos están sometidos a la unidad central de cada cuerpo, y que afirma esta idea de la individualidad moviéndose, y poseyendo, además del movimiento, calor propio, calor central; y así como el mundo mineral se une al mundo vegetal por las cristalizaciones que tienden a organismo propio, el mundo vegetal se une al mundo animal por el zoófito, por el pólipo, especie de plantas animadas, especie de cordón umbilical que ata nuestro organismo a la vegetación, hasta que desde estos bocetos, desde estos borradores, poco a poco, por grados sucesivos, por series sistematizadas, pasando en serie ascendente del crustáceo al mamífero, la vida animal crece, y crece en perfección, llegando al cabo a su obra maestra, al resumen y compendio de la naturaleza, al organismo humano.

jueves, 29 de enero de 2015

Gracias a Hegel y Comte

Este sueño ilusorio de Progreso, promocionado por Hegel y Comte, a partir de considerar al humano como la cúspide de la Creación, condujo a muchas consecuencias nefastas:

1. En primer lugar creó el sistema financiero internacional, por la compulsión de introducir en cada Estado los elementos técnicos más 'avanzados'. Y con ello creó las deudas externas de las naciones, responsables de todos los desajustes desarmónicos de las economías, y de los desequilibrios sociales extremos.
2. Para progresar es preciso desarrollarse económicamente y para ello es necesatio explotar y vender todo lo que sea recursos naturales, haciendo, por supuesto, arruinando los territorios.
3. Y si los propios recursos no bastan entonces hay que salir a demoler naciones para saquearlas.


Bien, la secuela de toda esta incoherencia es la pobreza, la delincuencia, la ambición malsana acompañada de guerras y conspiraciones sin fin y por supuesto, todo este desastre ecológico.

La Ilustración y el sueño del Progreso

La Ilustración soñó con que los grupos sociales evolucionaban desde un nivel mental, organizacional y técnico primitivo hacia un nivel mental elaborado, una organización prolija y una tecnología eficiente y avanzada: este es el Sueño del Progreso.


La alianza intelectual entre Hegel y Comte

martes, 6 de enero de 2015

Primer paso: Autodefinirnos

La Teoría del Conocimiento es la materia de estudio imprescindible para el ejercicio de la ciencia y la educación.

¿Podemos llegar a conocer?

¿Estamos capacitados biogenéticamente para ello?

Todo tiene que ver con la respuesta que nos demos al Origen del Humano.
- Somos animales resultado de la evolución: entonces, durante el arduo proceso evolutivo fuimos afinando nuestros sentidos con nuestro cerebro.
- Fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios: entonces nuestros pensamientos son infalibles; lo único que se necesita es ordenarlos lógicamente.
- Estamos dotados con la razón, ya sea por Dios o por resultado de un proceso evolutivo. La Razón es la cualidad más elevada que tenemos. Por la razón nos diferenciamos de los animales. Por la razón somos la especie dueña del planeta.
- Somos "contactados" por entidades superiores que nos dictan verdades universales.
- Estamos dotados intelectualmente, pero a ese potencial sólo lo despierta y desarrolla la voluntad.
- Somos entidades indescifrables, pero nacemos con una misión coherente con el Todo. Somos parte de la Inteligencia Universal y venimos a la vida a realizar una misión, un mandato.

Y tal vez podríamos seguir dando definiciones de manera indefinida...Pero de la respuesta que selecciones dependerá nuestra educación y nuestras obras.